CEPAJES
Torrontés, un símbolo de la argentinidad
Cada vez son más los que reconocen y aceptan la tipicidad y personalidad del único vino autóctono nacional: un blanco muy expresivo y floral que seduce a cada trago. Aunque algunas modas le quitaron protagonismo, hoy está en un gran momento, aquí y en el mundo.
Con el tiempo nos daremos cuenta de que éste fue el mejor legado que nos dejaron los inmigrantes. Aunque nuestro Malbec es la estrella, y lo seguirá siendo durante las próximas décadas, su origen está en Francia, allí lo están vinificarlo, ahora más a nuestro estilo. También hay en Chile y, más tímidamente, en otros lugares. Pero nadie fuera de la Argentina puede pretender hacer Torrontés, una cruza entre la variedad Moscatel de Alejandría traída de España y la uva criolla norteña. Es que sus ímpetus florales y frutales tan marcados son muy propios de un terruño y un microclima: los Valles Calchaquíes.
En un pasado no muy lejano, todos los exponentes de esta cepa eran más bien de perfil rústico porque, históricamente, fueron vinos de volumen más que de calidad. De hecho, en el boom del consumo de los años ochenta, el Torrontés fue una de las opciones preferidas por los argentinos en la mesa de todos los días. Venía envasado en damajuanas, a precios más que amables, y su principal característica estaba dada por un elemento de la uva llamado terpeno, responsable de aportar los aromas tan exuberantes y tropicales.
Pero a partir de la reconversión de nuestra vitivinicultura, hace ya más de dos décadas, el destino de este cepaje cambió para siempre y empezó a resurgir como un auténtico emblema nacional en materia de vinos blancos.
No por nada los extranjeros, tanto aficionados como conocedores, se quedan fascinados cuando lo prueban. Al decir de ellos, su sabor les produce la extraña sensación de estar tomando algo familiar, pero a la vez distinto a todo lo conocido. En efecto, cuando está bien hecho, el Torrontés es maravilloso ya que ofrece características únicas.
Mientras su aroma recuerda a un ramillete de flores y algunas frutas, el sorbo obligado a continuación produce una sensación de dulzura dado que es uno de los pocos que saben a uvas frescas, casi como si uno estuviera tomando un jugo recién exprimido de los racimos.
Esta curiosa impresión dulce –aunque el vino sea seco–, fresca y agradable es quizás su mejor carta de presentación.
Como si esta multiplicidad de potencia aromática, sabor voluptuoso y frescura jugosa no fuera suficiente, el Torrontés tiene también una muy buena predisposición para combinarse con las comidas de manera versátil. Es bien conocida su armonía con los platos típicos del NOA: el locro, el guiso, las empanadas salteñas y los tamales, sin olvidar otros guisos vigorosos y picantes bastante frecuentes en todo el territorio patrio.
Para los que gustan de las gastronomías foráneas, es un excelente amigo de las comidas orientales, especialmente la china, la thai y la hindú, además de ceviches y sushi. No menos acertado es el acuerdo con los platos mexicanos, tan difíciles de maridar con los vinos en general debido a la presencia de grandes dosis de picor.
NOA, tierra de Torrontés
Las zonas productivas donde mejor se ha adaptado este cepaje están ubicadas en Salta, La Rioja y Catamarca. El terruño de Cafayate, situado a unos 160 kilómetros al sur de la ciudad de Salta, es el más destacado. Hay varios factores que hacen que el Torrontés de la altura cafayatense (los viñedos se encuentran entre los 1.700 y los 2.300 metros sobre el nivel del mar) sea uno de los mejores del país.
Según los enólogos, el clima es uno de los principales: los días cálidos ayudan a lograr una buena madurez de la uva, pero por no ser excesivamente calurosos, permiten lograr una muy buena expresión aromática con notas tropicales, florales y de fruta blanca fina. Además, el frío de la noche permite conservar frescura aromática y buena acidez.
También es muy importante la edad de las viñas. Más allá de que nuevamente se está plantando Torrontés en Cafayate, la mayoría de los viñedos están implantados desde hace décadas. Y, por último, es de suma relevancia que los suelos de la región son bastante pobres, arcillosos y calcáreos, lo que permite una mejor calidad y una diversidad que aportará luego complejidad al vino.
No obstante, hay otro sitio del cual están saliendo muy buenos exponentes y en el que día a día los productores se esmeran más por la calidad de su Torrontés: el Valle de Uco mendocino.
De la enorme cantidad de bodegas que pueblan la geografía vínica argentina son muy pocas las que no cuentan con un varietal de Torrontés en su portfolio. Es que por su encanto (ese perfil salvaje e indomable y su enorme capacidad de seducir sin sofisticaciones) es un excelente aliado para la conquista de nuevos mercados (el partenaire blanco del Malbec) y, a su vez, una interesante opción para los consumidores locales que empezaron a entenderlo aún más tras su aggiornamiento. Por ejemplo, actualmente es posible degustar algunos ejemplares que han tenido un considerable paso por roble, algo impensado unos años atrás.
Uno de los Torrontés más elegantes y modernos que se pueden encontrar hoy en día es el Cafayate Terroir de Altura de Etchart, el establecimiento salteño que mayor volumen de este cepaje elabora en nuestro país; un blanco de aromas limpios e intensos, pero a la vez sutiles, muy refrescante, de buen cuerpo y sumamente equilibrado. Por su estructura es ideal para acompañar una comida.
Otro buen ejemplo de tipicidad varietal es el Críos que cautiva con sus aromas a rosas, jazmín y frutas como durazno y damasco. En boca es fresco y frutado, con una acidez refrescante y un final suave y delicado.
También de la altura salteña, el Colomé Estate es un clásico que demuestra todo lo que tiene ese terruño único: frescura, expresión y acidez vibrante. Al igual que el Amalaya con sus notas a frutas tropicales y el Laborum que ofrece aromas intensos a flores blancas, frutas cítricas y un toque herbal.
Así se podrían enumerar tantos Torrontés como marcas de vinos existen porque en el presente este blanco está en su mejor momento y, ya sin más, es un claro símbolo de argentinidad.