MARIDAJE ENTRE VINOS Y POSTRES CLÁSICOS NACIONALES
Sabores que nos conectan con recuerdos memorables y nuevas experiencias
Argentina no sólo es sinónimo de grandes vinos, sino también de deliciosos postres que nos transportan a momentos inolvidables. Descubrí diez combinaciones irresistibles entre nuestros vinos más apreciados y los dulces más queridos de nuestra tierra.
Maridar un buen vino con un postre tradicional no es sólo un juego de sabores. Es una experiencia que nos conecta con lo más profundo de nuestra cultura, nuestras raíces y nuestras vivencias compartidas. Ya sea una sobremesa en un asado familiar, una reunión entre amigos o una tarde tranquila en casa, los maridajes entre vinos y dulces típicos tienen una capacidad especial para transformar una simple degustación en una experiencia emocional. Los aromas y sabores evocan recuerdos de la infancia, de reuniones en casa de los abuelos, o de festividades en donde lo dulce siempre ocupó un lugar privilegiado en la mesa. A través de esta selección, los invito a viajar con los sentidos y descubrir cómo lo mejor de nuestra tierra puede acompañar esos momentos tan cotidianos y, al mismo tiempo, tan especiales, ya que no se trata sólo de lo que comemos o bebemos, sino de cómo estas combinaciones nos permiten revivir memorias y crear nuevas conexiones.
Flan mixto y Torrontés: Este postre emblemático, suave y aterciopelado, es un clásico. Su textura aterciopelada y lo goloso del miz entre la crema y el dulce de leche brillan con un Torrontés de la altura salteña. Este blanco, bien criollo, con su vibrante frescura y perfumados aromas florales de jazmín y azahares, añade un contrapunto cítrico que realza la experiencia. El contraste entre la acidez del vino y la dulzura del postre genera una sensación refrescante y transforma cada bocado.
Budín de pan y Malbec tardío: Con su rica textura densa y su encantadora mezcla de caramelo y esencia de vainilla, encuentra en este tinto bien argentino un compañero excepcional. Nuestro cepaje emblemático, elaborado con uvas que maduran más allá de lo habitual, intensifica los sabores del plato con sus notas de frutas rojas y un toque de roble. Su complejidad, que combina dulzura profunda y una estructura envolvente, amplifica la calidez de este clásico de las abuelas y crea una experiencia de degustación rica en matices.
Vigilante y Moscato: Este postre de sencilla perfección que une una porción de queso (Cuartirolo, Mar del Plata o Fresco) con una de dulce de membrillo o batata, se eleva cuando se acompaña con un Moscato, un vino de perfil frutado y aromático. Con sus aromas a uvas maduras y flores blancas, equilibra la textura del queso y el dulzor del membrillo o la batata. Además, cada trago añade una nota refrescante y ligera al postre sin ser empalagoso y prolonga el momento gustativo con su persistente final.
Alfajor de maicena y Espumante Rosé: El tradicional alfajor de maicena, con su delicada estructura de galletas y su generoso corazón de dulce de leche, alcanza una nueva dimensión cuando se marida con un espumante rosado. Las burbujas finas y persistentes del vino, junto con sus vibrantes notas de frutos rojos, como frutillas y frambuesas, aportan una vivacidad que contrasta deliciosamente con la dulzura untuosa del dulce de leche. La ligereza del espumante limpia el paladar y deja un final fresco y memorable.
Pastafrola de membrillo y Semillón dulce: Con su masa quebrada y ese inconfundible relleno, este bocado clásico se enriquece con un blanco de cuerpo sedoso y aromas de frutas maduras como el durazno y la pera, típicas del cepaje, en su versión dulce. Es un gran compañero de los sabores terrosos del membrillo. Su paso suave por el paladar equilibra la acidez de cada bocado y crea un momento reconfortante y sofisticado.
Chocotorta y Bonarda: Inspirado en el tiramisú, este gran invento nacional con sus capas de galletitas de chocolate mojadas en leche y esa mezcla de dulce de leche y queso crema, encuentran en un Bonarda un maridaje ideal. Este vino de acidez vivaz ofrece notas de cerezas negras, moras y un sutil toque especiado que equilibra la riqueza dulce del postre. Con su frescura y vibrante carácter, tiene la particularidad de limpiar el paladar entre bocado y bocado, y así permitir disfrutar de la intensidad de este clásico que ya cumplió cuatro décadas.
Helado de dulce de leche y Syrah tardío: El clásico helado de dulce de leche, con su textura cremosa y su irresistible sabor, armoniza con la intensidad del Syrah tardío. Este tinto, con sus notas de especias dulces, frutos negros maduros como las moras y un toque de chocolate amargo, complementa la suavidad y la densidad de cada bocado. La complejidad de este encuentro de aromas y sabores añade capas de sabor y convierte la degustación en una verdadera explosión de placer que perdura en el paladar.
Tarta de ricota y Chardonnay: Con su delicada estructura y sabor suave, este manjar se transforma cuando se acompaña con un Chardonnay que tuvo su crianza en barricas de roble francés. Con sus notas de frutas blancas maduras y un sutil toque mantecoso, complementa a la perfección la suavidad de la ricota. El paso por la madera aporta una elegante cremosidad y un toque tostado que enriquece el sabor del postre, haciendo que cada bocado se sienta fresco y, al mismo tiempo, complejo.
Dulce de zapallo y Cabernet Franc: Este dulce que se elabora en casa, tan arraigado en las tradiciones argentinas, se enriquece al combinarse con uno de los vinos que se ha puesto de moda en los últimos tiempos. Con su característico toque especiado, notas de frutos rojos como cerezas y frambuesas, y una ligera frescura herbácea, cada sorbo añade una nueva dimensión al dulzor del zapallo. La interacción entre los sabores complejos y, a la vez, suaves de ambos compañeros genera una experiencia gustativa muy refinada.
Facturas con crema pastelera y Espumante Extra Brut: Estos bocados tan presentes en los desayunos y meriendas alcanzan un nivel superior cuando se acompañan con la acidez precisa y las delicadas burbujas de este vino blanco chispeante. Su frescura equilibra la dulzura del relleno, limpiando el paladar y dejando una sensación de ligereza en cada sorbo.
Cada uno de estos maridajes es una invitación a redescubrir nuestros postres y vinos con ojos nuevos. La riqueza del terruño argentino, unida a nuestras tradiciones dulceras, ofrece una versatilidad única que enriquece cada sobremesa, brindis y celebración en torno a la mesa.