VAIVENES EN EL CONGRESO POR LA LEY ÓMNIBUS
Para hacer una tortilla, hay que romper los huevos
Cerca, muy cerca quedó el gobierno de conseguir la sanción de la Ley Ómnibus en la Cámara de Diputados de la Nación. Es como el tero que chilla por un lado y pone los huevos en el otro. El Presidente sigue con su discurso duro, anti casta, de no negociar nada. Sin embargo, hay otro cantar en el Parlamento.
Por Jorge Barroetaveña
La realidad le iba a ir imponiendo límites a las proclamas libertarias. Serán el escenario de Davos o alguna recorrida de campaña, pero el ejercicio del poder, y del gobierno, impone límites por sí solo. Es lo que está experimentado Javier Milei que pelea con esa doble imposición y al mismo tiempo por mantener las banderas que lo llevaron a ganar la Presidencia de la Nación.
El mamotreto de la Ley Omnibus era obvio que, como estaba, no iba a pasar por el Congreso. No sólo por la cantidad de temas que abarca, también por una cuestión fáctica: el oficialismo no tiene mayoría propia y estaría obligado a negociar con los bloques opositores menos refractarios a sus ideas. Claro que, desandar esa distancia con la casta que el Presidente puso en los últimos años, no le iba a ser fácil. Es más, aún el resultado es incierto. Las banderas por un lado y la política por otro.
Apenas se conoció la magnitud de lo que la Ley Omnibus abarcaba, un viejo lobo de la política sentenció: “lo que hace Milei está bien. Manda centenares de temas, muchos poco importantes, para después sentarse a negociar y dejar lo que verdaderamente le importa”. Hoy estamos transitando ese camino: separar la hojarasca y ver de lo que queda, qué es lo más importante.
El PRO, los radicales y el heterogéneo grupo de legisladores que lidera Pichetto son los interlocutores. La delegación por la emergencia, léase ‘superpoderes’, las privatizaciones y la suba de retenciones son los puntos más ríspidos de las discusiones. La emergencia no sería un obstáculo determinante. Si bien todos los gobiernos la utilizaron, Macri prescindió de ella y no pasó nada. El capítulo privatizaciones está abierto. El gobierno habría aceptado excluir a YPF del listado original, pero los bloques opositores piden más. Y el capítulo retenciones, genera tironeos con las provincias productivas y el campo. En el medio se cuela el reclamo por Ganancias y la disminución de las transferencias automáticas a la provincias. Todo forma parte del mismo combo.
Acicateando está también el paro convocado por la CGT el miércoles 24 de enero. Resignado a no negociar con los sindicalistas, Milei se propone confrontar, sacándole el jugo a la desgastada dirigencia gremial que busca refugio en los brazos del kirchnerismo. En la Argentina las cosas están mal, pero no tanto para reivindicaciones milagrosas. Los gremios y sus liderazgos junto con el derrotado kirchnerismo todavía son reflejo fuerte de un pasado reciente que la sociedad se negó a votar hace apenas dos meses. Es lo que reflejan las encuestas en las que los índices de aceptación de Milei siguen altos, incluso por encima de las mediciones del año pasado.
Pero no todo el año es carnaval, y el hastío que provoca la crisis permanente no deja a salvo a nadie. Milei debería tenerlo presente. Su estilo disruptivo, confuso para el círculo rojo que todavía no entiende cómo se toman las decisiones, es un hándicap que no será eterno en el tiempo. Como esos equipos que todos saben cómo juegan y no los pueden controlar…hasta que les toman la mano. En ese mientras tanto, el gobierno debería tomar la ventaja que le permite avanzar con las reformas y la implementación del modelo que quiere. Más allá de debates ideológicos. Reduciendo todo a una gestión que pretende ser eficiente, de acuerdo a sus propios cánones.
Esta realidad que nos agobia, está lejos de la que vivió el Presidente en Davos. Sólo su discurso anti-sistema provocó interés, quizás más curiosidad que otra cosa. Los argentinos pensamos que somos el centro del mundo, que lo que digamos o hagamos tendrá impacto más allá de nuestras fronteras. Nada más alejado de la realidad. La Argentina es, desde hace tiempo, una especie de paria internacional, famoso por no cumplir con sus compromisos. ¿Qué reacción suponemos que provocarán nuestras incongruencias? El círculo rojo, o una parte de él, zamarreó las palabras del Presidente. “Fue a retar a los que les va bien”, opinó vía X (ex Twitter) un dirigente opositor. Toda la polémica, estéril, acaba en los pliegues de lo que viven los argentinos. Si querés hacer una tortilla tenés que romper huevos. Milei está en ese proceso, viendo cuántos y qué huevos rompe. No depende de él solamente, hay que ver hasta dónde lo dejan llegar. Los comensales están en la mesa esperando con los cubiertos en la mano.