OPINIÓN
No importa de dónde venga, Milei también será evaluado
No es un político profesional, pero está haciendo un curso acelerado. Allí, en donde habita uno de los secretos que le permitió ser Presidente, provoca desorientación.
Si bien el rumbo parece tenerlo claro, tanto para partidarios como para detractores, las idas y vueltas desorientan. También su afán por pelearse con todo el mundo, dando batallas que, de a una, tendría más posibilidades de ganar. Lo que pasó en el Congreso demostró que con el 55% de la segunda vuelta no alcanza. Que a medida que el tiempo se va comiendo los días de gobierno, eso va quedando cada vez más lejos. Y que sólo la legitimidad de ejercicio empieza a revalidar cada paso del gobierno de Javier Milei.
En esa guerra de guerrillas, el Presidente parece perder el objetivo, y la estrategia inicial se diluye. Dijo, en las últimas horas que, la pelea pública con Lali fue para visibilizar lo que muchos gobernadores gastan sin rendir cuentas, sin darle prioridad a cuestiones básicas. Es probable, pero la herramienta no parece la más feliz. Ya lo hizo Cristina hasta el cansancio. ¿Por qué repetir el mismo error? El Presidente es un hombre poderoso, con todo lo que la institucionalidad le otorga. Siempre va a estar en desigualdad de condiciones ante cualquier ciudadano. Es una muestra de poder innecesaria y peligrosa en una sociedad que vive expuesta a estímulos violentos. Las palabras, pueden ser el preámbulo de hechos para lamentar. Claro que esa beligerancia no es patrimonio oficial. Habría que indagar sobre el lenguaje de muchos dirigentes opositores y hasta de periodistas que no ahorran descalificativos. ¿Parece que no vivieran en la Argentina, no?
Eufórico, el Ministro de Economía Caputo salió a exhibir los números de enero y los efectos del ajuste sobre las cuentas públicas. Avisó también que la inflación de febrero estará más cerca del 10 que del 15% y que la desaceleración es más rápida de lo esperado. Recibió contento la visita de la número dos del Fondo Monetario que lo felicitó por los primeros resultados aunque le ‘sugirió’ mayor respaldo político a las medidas. Y anunció el bono de $70.000 para los jubilados que hará que ninguno cobre menos de $200.000.
Todas estas buenas noticias en el contexto de una economía que está paralizada y con números negativos dolorosos. El consumo se derrumbó, la pobreza siguió aumentando y la perspectiva es oscura. El famoso “estamos mal, pero vamos bien”, resume la filosofía oficial, pero tiene gusto a poco ante la magnitud de la crisis que se vive. El Presidente dijo el jueves que el grueso del ajuste lo está pagando la casta. Todavía no se ve con claridad, aunque le asiste razón cuando dice que en dos meses no puede solucionar décadas de empobrecimiento.
La Argentina es un país que no resiste análisis desde los números. Somos más pobres que hace 50 años; tenemos niveles de indigencia inaceptables; nuestro nivel educativo, otrora faro para el resto de los países, vive una crisis profunda; tenemos niveles de inseguridad inadmisibles; y en el mundo no nos cree nadie, gracias a nuestra contumaz conducta incumplidora de compromisos. En el medio hubo de todo, fundamentalmente una dirigencia incapaz de cambiar la realidad. Sí echarle la culpa al anterior y a cuanta cosa rara haya pasado. Por supuesto que los políticos no fueron los únicos responsables. No tuvimos empresarios ni sindicatos que estuvieran a la altura. Ambos, más pensando en sacar ventajas para su propia supervivencia.
No hay otra explicación pues a cómo alguien como Milei, un outsider de la política llega a ser Presidente. Hay gente que aún no comprende ese fenómeno. Que se resiste a creer esta nueva realidad y opta por echarle la culpa a los medios, a los oscuros intereses de no sé quién, o a una conspiración internacional para hacernos desaparecer del mapa.
Milei es producto del fracaso de generaciones de dirigentes que no supieron, no pudieron o no quisieron hacernos un país próspero. Somos ricos, pero somos pobres. Tenemos todo, pero no tenemos nada. En ese rompecabezas al que le faltan fichas, muchas, el libertario se terminó quedando con todo. En dosis similares de aciertos propios y fallos ajenos. No importa demasiado ya. Este escenario, que además reconfigurará ideológica y políticamente hablando a todo el arco partidario, es el que está. Ni siquiera las perspectivas de análisis tradicionales parecen servir para explicar el fenómeno.
Milei bucea en esos pliegues desconocidos para todos, hasta para él. Pese a todo lo descripto, hay algo que no se puede cambiar y es transversal a cualquier gobierno, sea cual sea su origen. La evaluación de sus resultados. No hay sociedad que no llegue a esa instancia. Más allá del camino que se recorra. Milei no podrá zafar de eso, más temprano que tarde porque los tiempos y la paciencia están vacíos.