ELECCIONES 2023
Milei balconea el espectáculo mientras los demás se dicen de todo
En política, la teoría define que existen dos fases, la agonal y la arquitectónica. El ejercicio práctico de ella en las últimas semanas por parte de nuestra dirigencia demuestra claramente el sobredimensionamiento de la primera en detrimento de la segunda. ¿Qué dice la teoría?
Por Jorge Barroetaveña
La faz agonal de la política es la pelea por el poder, lisa y llana. Surgen los egos, los deseos de llegar al poder o permanecer en él. No a cómo dé lugar, con límites. Los que se han traspasado ciertamente. La faz arquitectónica se consuma una vez que se consigue el poder. Es simplemente el dispositivo que se desplegará para poner en marcha los planes de gobierno, buscando cumplir con lo que se anunció durante la campaña. Las dos tienen sus márgenes bien delimitados. Es la teoría por supuesto, en la práctica todo se vuelve difuso.
El comportamiento opositor en este caso, sería digno de un buen estudio para la ciencia política. ¿Qué lleva a las personas a pelearse y pelearse cuando hasta hace unos meses tenían una elección casi asegurada? ¿Qué hace que la vocación del servicio público se diluya entre ambiciones y actos sólo destinados a satisfacerlas? Es difícil de entender para el ciudadano común pero no para el microclima de la política.
En esa carrera desenfrenada se cometen errores. Groseros algunos. El todavía gobernador de Córdoba Juan Schiaretti siempre coqueteó con Cambiemos, no es novedoso. No sólo por su relación personal con Mauricio Macri, a quien conoce desde los tiempos de SEVEL, sino por la vida imposible que el kirchnerismo le hace desde hace tiempo. Político al fin, Schiaretti, como hacía De la Sota, zigzagueó todos estos años. Negociaba sus votos en Diputados y Senadores y sacaba toda la ventaja que podía. Cerca de cada turno electoral y sabedor de la tirria que la mayoría de los cordobeses le profesa a los K, profundiza su perfil anti. Bien, de ahí a pensar en sumarlo, a dos semanas de una elección clave para la oposición, a las huestes de Cambiemos hay un trecho grande.
Es el error de cálculo de Larreta. Quizás en su afán de sobreactuar su liderazgo, que todavía no está sólido, para ahuyentar los fantasmas de Macri y retrucar las acusaciones de blando que le hace Patricia Bullrich, fue demasiado lejos y cometió un error táctico, no estratégico. Córdoba es vital para Cambiemos. Le dio el triunfo a Macri en el 2015 y es el sustento de la diferencia de la oposición a nivel nacional. Hoy, con Juez para la gobernación y De Loredo para la intendencia de la capital, están más cerca que nunca de destronar al peronismo después de décadas. Si un tal Eduardo César Angeloz fue el último mandatario no peronista que tuvo Córdoba. En los ’90.
Larreta tampoco consultó a los directos involucrados ni midió la repercusión de la movida a horas de una elección fundamental. Con su irrepetible humor cordobés fue Juez que lo definió perfecto. “Es como si fuéramos a Jujuy y le avisáramos a Morales que tiene que incorporar a Milagro Sala a su lista. ¿Qué nos diría?”. Es imposible hoy mensurar la confusión que habrá generado el entuerto en el electorado cordobés. Alguno pensará con razón que es lo mismo votar por el candidato de Schiaretti que por la oposición.
La derrapada de los dirigentes de Cambiemos no fue sólo el affaire cordobés. Incluye los dichos de Carrió que parece querer dinamitar todo como ya hizo con sus anteriores creaciones, y los cruces permanentes entre los dirigentes, que pasan los límites. Al cabo, ¿no están dentro del mismo espacio? El aroma que queda flotando es lo que hipoteca el futuro. Si la experiencia del Frente de Todos no sirvió para que aprendan…de poco sirve un armado electoral que morirá antes de nacer. Que su principal objetivo sea ganar una elección para después ver qué se hace. Si lo que pasa hoy en Cambiemos es asomarse al futuro próximo, de un nuevo gobierno, da para asustarse un poquito. “Es el cambio o nada”, repite Macri como una letanía. El también debería llamarse a silencio. Si decidió no ser candidato, tendría que comprender eso en toda su magnitud. Si entendió, realmente, que es el tiempo de otros, debería respetarlo.
Mientras el resto se pelea (no hablamos nada de la trituradora oficialista que ya no saben cómo hacer para rodearle la manzana a Scioli), el señor de la cabellera abundante, o no tanto ya, se mira al espejo y vé cómo sus chances crecen. Tanto que ya empezó a presentar a sus equipos, con una fuerte influencia noventista cuando otro señor, patillas poderosas, hacía de las suyas.
Milei no tiene que hablar demasiado. El trabajo lo están haciendo por él. Y lucen empeñados en llevarlo cada vez más lejos. Hasta dónde llegará la ola nadie lo sabe aún. Lo único cierto es que, lo que hace seis meses parecía imposible, hoy no lo es tanto. El sistema cruje por todos lados. ¿Se terminará quebrando?