EL PODER Y LA PERPETUIDAD
Las reelecciones deberían prohibirse: un período y te vas a tu casa
Era sabia nuestra Constitución Nacional. Aquella que alumbraron los Urquiza y los Alberdi: mandato de 6 años para el Presidente sin reelección inmediata. Unas cuantas décadas después, la ambición perpetuadora de Carlos Menem lo puso a Raúl Alfonsín contra la espada y la pared. Fueron posibles entonces dos períodos consecutivos, aunque de 4 años.
Por Jorge Barroetaveña
El poder no desnuda a las personas en rigor las muestra como son. Mucho de cierto hay en esa frase que expone las miserias humanas porque el poder luce implacable: el que no está quiere llegar, y el que está quiere seguir, muchas veces a como dé lugar. En el árido camino de enfrentamiento que el gobierno de los Fernández eligió dar contra el Poder Judicial, el collar de la suspensión de las elecciones en Tucumán y San Juan marcará un hito. No pasó y es probable que no vuelva a pasar, porque más allá de las razones jurídicas, que las hay, los tiempos no parecían dar para semejante decisión.
Por ahí se filtran todos los enojos del kirchnerismo y del resto del gobierno que se le plegó, deseosos de compartir una bandera común, algo que escaseó en todos estos años. Pero, siempre hay un pero, ¿por qué se ve obligada a intervenir la justicia ante la posibilidad concreta de Manzur y Uñac candidatos?
Hay, en las actitudes posteriores una evidencia. Gioja, rival interno de Uñac, lo responsabilizó de lo que pasó. “Sabía que no podía ser candidato y lo fue igual”, le reprochó después de abundar en críticas y descalificaciones para la Corte. Manzur, el jueves por la noche, también dimitió ante las presiones y lo obvio. Ninguno de los dos podía ni puede ser candidato y lo fueron igual. Poco les importó la legalidad, esa que le critican a los jueces de la Corte Suprema. Los dos caudillos provinciales son, al cabo, un eslabón más de la larga cadena de ambiciones reeleccionistas que no reconocen ideología o partido. Quizás el caso más emblemático sea el de Insfrán en Formosa que lleva casi 3 décadas como gobernador. También Jorge Macri busca forzar la letra fría de la ley para ser candidato a Jefe de Gobierno porteño, después de pedir licencia como intendente de Vicente López. O Vidal que saltó de la provincia a la capital y después amagó con volver.
La reelección en la Argentina no debería existir para ningún cargo. Ni Ejecutivo ni Legislativo. Un período y a la casa y a la actividad que se desarrollaba antes. La dirigencia política se ha vuelto profesional de hecho. Nunca pasaron por la actividad privada. No saben lo que es pagar un sueldo o salir a pelearla todos los días para poder comer. Los ejemplos sobran por todos lados. Hay gente que ocupa cargos desde la década del ’80. Y no por vocación de servicio.
Si hubieran sido tan brillantes en su desempeño, el 40% de pobres no existiría. Tampoco los niveles de inflación desesperantes que tenemos. Es transversal a la política. Eso no significa cuestionar la democracia, el mejor sistema que conocemos. Sino de mejorar su calidad para que pueda cumplir con sus objetivos.
Porque la falta de resultados, lenta pero inexorablemente, va socavando sus bases y le abre la puerta a experiencias ‘locas’ para definir generosamente. La distancia entre lo que se dice y se hace suele ser grande, pero en la política vernácula se vuelve inmensa.
El jueves ocurrió un incidente en el Senado que podría ser descriptivo de lo que nos pasa. En un cruce bien chicanero, la poderosa Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner sacó el talonario y le pasó una factura a Martín Lousteau que llevaba guardada 15 años. La famosa Ley 125 de Retenciones Móviles del 2008 que provocó el quiebre definitivo en la relación del kirchnerismo y el campo. Para los más osados aquello fue el comienzo de la nunca bien ponderada ‘grieta’. Para Cristina y Néstor fue un cimbronazo del que, pese al paso de los años, nunca se olvidaron.
Es que nuestros políticos parecen entrampados en viejos debates que no conducen a nada. Ni siquiera el calor del fuego que se cierne sobre sus pies los hace reaccionar. El polémico fallo de la Corte que paró las elecciones en dos provincias, distrae un poco pero el índice de inflación que se conoció ayer volvió a todos a la realidad.
Massa fue sincero hace pocas horas y admitió que “no nos entran más problemas”. Rápido de reflejos el Presidente le contestó avisándole que si quiere ser candidato no podrá seguir siendo ministro. Tras lo cual reiteró que las PASO son la mejor manera de dirimir las diferencias. El detalle es que Massa, un día antes, había pedido a gritos que se encolumnen detrás de él. ¿Le alcanzará con que Cristina lo elija? Si hay más aspirantes, tendría decidido mirarla desde afuera.
Al final tiene razón el tigrense: ya no caben más problemas. ¿La crisis? ¿Qué crisis? Es todo invento de los medios de comunicación y la imaginación desenfrenada de los argentinos que miran la vida pasar con dolor y angustia.