LA LLEGADA DEL CHAT GPT
La inteligencia artificial me la fuma

Las nuevas tecnologías avanzan a paso agigantado, ¿para bien o para mal? No es algo que pareciera ser la principal preocupación de la mayoría de la gente.
Por Luis Castillo*
Desde hace relativamente bastante tiempo ―lo de relativo tiene que ver, naturalmente, con los cambios a los que venimos adaptándonos en cuanto a la percepción del tiempo― se menciona en forma cada vez más a la inteligencia artificial de tantos y tan variados modos que se torna algo lógico que muy poca gente se detenga a reflexionar acerca de qué es, para qué sirve y, fundamentalmente, si podrá afectarnos en algún momento o no. A mí, no al resto de la humanidad o a la historia de la ciencia, a mí.
No hace tantos años que muchos se rieron de la “descabellada” profecía de Bill Gates en cuanto a que para el año 2000 prácticamente no existiría un hogar que no tuviera su computadora. Vaya loco, para qué necesito yo una computadora, se afirmaba por doquier sin ponerse colorado no ya el ciudadano común, preocupado por su trabajo y sus magros ingresos sino aquellos que se suponía tenían las herramientas para analizar un poco más en profundidad tamaña afirmación. Quizás lo que no pudo prever Bill Gates entonces fue que pocos años después de esa fecha del año 2000, casi no iba a haber persona en el planeta que no llevara su computadora consigo las 24 horas. Que dependiera de ella para saber la hora, conocer el pronóstico del tiempo, pagar las cuentas, conocer los títulos de las noticias (no la noticia en su desarrollo y totalidad por esto que mencionamos al principio de la relatividad del tiempo; hacemos tantas cosas innecesarias que no nos queda tiempo para lo importante, que muchas veces no es otra cosa que disfrutar de nuestro tiempo, leer, analizar lo que leemos; tener la sensación de tener todo al alcance de un click, la admiración sobre la base de un “like” o la trascendencia basada en el número de seguidores en una red social. Ah, y de yapa hasta hablar por teléfono por el mismo aparato.
Que las aplicaciones hayan modificado radicalmente no solamente la forma de hacer música sino de comercializarla, lo mismo que el cine, el arte en general, no es tan preocupante como no darnos cuenta de cómo se nos ha ido modificando el modo de ver el mundo. De percibir la “realidad”. De modelar nuestro modo de pensar y obrar en consecuencia. De elegir. O, lo que es más terrible, de creer que estamos eligiendo ya que a medida que el algoritmo de inteligencia artificial nos va “conociendo” va decidiendo por nosotros. Como esa madre sobreprotectora de antaño que nos hacía beber el espantoso aceite de ricino “por nuestro bien”. En ese momento, aunque no lo supiéramos pero creo que al menos lo presentíamos, nuestras madres o abuelas elegían y modelaban equivocadamente o no, en nombre del amor. Pero, qué clase de amor puede tener una maquina o un algoritmo ―esa infinitita sucesión de unos y ceros― a la hora de elegir por nosotros qué ver. Qué escuchar, qué pensar, qué sentir.
Pero esto no termina acá. Esto pareciera ser solo el comienzo. Hoy, la inteligencia artificial no se contenta con distraernos en nuestro tiempo de trabajo, viene por nuestro trabajo. Muchos puestos laborales ya han sido y otros serán próximamente ejecutados por maquinas que no piensan, no se fatigan, no se equivocan, no se embarazan, no hacen paros ni exigen paritarias, no se quejan, no duermen, no comen. Sólo producen.
Ahora bien, esto que estamos describiendo podría sonar a un intento de desarticular una oscura y secreta maniobra de empresas fantasmas que ocultan sus nefastas intenciones de dominación, no, nada de eso, OpenAI la empresa creadora de ChatGPT (el ultimo chiche de la inteligencia artificial) en un informe publicado hace pocas semanas, advirtió que este tipo de herramientas tienen el suficiente potencial como para afectar sobre buena parte del mercado laboral. ¿Queda claro? El que avisa no traiciona.
Cuando las primeras máquinas textiles dieron inicio a la revolución industrial, hubo quienes proclamaron que, a partir de esa nueva tecnología, las personas trabajarían menos, podrían dedicar más tiempo libre al ocio y a la familia y vivir más y mejor; que alguien les recuerde a los franceses que están incendiando París porque quieren hacerlos trabajar cada vez más años, que esto que prometió la revolución industrial, no estaría funcionando.
*Escritor, médico y concejal por “Gualeguaychú Entre Todos”