OPINIÓN
La inflación, esa daga que acecha a los argentinos y no nos deja respirar
Por Jorge Barroetaveña
211% de inflación anualizada. 25,5% en diciembre. Como para dejar en claro cuál es el peor síntoma de la crisis que se lleva puesta a toda la sociedad. Que no reconoce condición social y le saca lo mismo al que tiene algo, al que tiene mucho o al que no tiene nada. Es el principal desafío que tiene el gobierno de Javier Milei. Le va su supervivencia en eso.
Este último índice, dado a conocer por un hombre de Massa como es Lavagna en el INDEC, volvió a reflejar el constante de crecimiento del rubro alimentos. Por supuesto que los servicios con los aumentos de tarifas tuvieron su correlato, pero el sector alimentos dio otra vez la nota. Para los próximos meses, al menos los más calientes del verano, la inflación no va a ceder. El tijeretazo al que se comprometió Caputo ante el Fondo seguirá sin tener impacto en los números. Es una lucha a brazo partido que se dirimirá, en buena porción, en el Congreso de la Nación.
Allí empezó el recorrido de la Ley Omnibus, con mucha polémica mediática como era de esperar. Es extraño, pero legisladores que casi nunca pisaron el Congreso, ahora están desesperados por aparecer en cámara. Es una especie de Gran Hermano de la política, sin cásting. O sí, para eso fueron las elecciones. El ex Canciller Santiago Cafiero, que llegó a la banca por pedido expreso de Alberto Fernández, fue uno de los protagonistas, increpando a Espert, titular de la comisión. Alguien preguntaba por qué tan apretados en el recinto. Porque no sólo están los legisladores de las comisiones respetivas. Hay unos cuantos más buscando su momento de fama. Es lo positivo de estas circunstancias, al menos los vamos a conocer.
El desfile de funcionarios deja menos que nada. Salvo los cruces de Patricia Bullrich o Guillermo Francos, lo demás se diluye en discusiones estériles, a los gritos y poco claras. Que no dejan casi en nada en limpio. Es que el partido no se define delante de las cámaras. Se resuelve en los despachos de la Casa Rosada y del titular de Diputados, Martín Menem. Allí el gobierno le comunicó a sus interlocutores que está dispuesto a resignar unas cuantas cosas. Desde las casi folklóricas como la prohibición de reunión de más de 3 persona en la vía pública como en la controversial declaración de emergencia que le otorga amplias facultades al Presidente. A medida que se meten en este terreno, los libertarios caen en la cuenta de la necesidad imperiosa de tener buenos negociadores que les garanticen mantener el espíritu de las reformas y al mismo tiempo conformar a los apoyos imprescindibles para su aprobación. En ese equilibrio están. Como un curso acelerado de ejercicio de poder para el que no estaban preparados.
El terreno judicial es otra historia, aunque ahí todos saben que se empantanará cuando la Corte Suprema asome en el horizonte. Todos lo descartan y por eso apuestan al Congreso y mueven sus fichas. En el Senado Victoria Villarruel pelea a brazo partido para sacar la reforma electoral, que quedó al borde del fracaso con dos dictámenes. Lo peor sería que vuelva a Diputados. No es algo revolucionario, sólo la implementación de la Boleta Unica en todo el país, algo que ya sucede en provincias como Córdoba o Santa Fe. Para Villarruel sería una victoria política de magnitud, después de haber conseguido desplazar con una heterogénea mayoría al kirchnerismo de las comisiones del Senado. Eso alimenta claro, los rumores sobre su verdadero poder y los recelos que genera en algunos sectores de la Libertad Avanza. El kirchnerismo, especial para crear climas, fogonea la idea de peleas entre el Presidente y su vice, con la cuña de Macri. Si sólo una parte fuera cierta de esta historia sería lamentable que gasten energías en peleas palaciegas. Las urgencias transitan otros caminos y esperan en cada esquina. No hay tiempo para tonterías.
La inflación es una daga en el cuello de toda la política. Sirve de poco consuelo adjudicarle a Alberto los 11 meses de inflación cuando era gobierno y a Milei sólo el último. Igual para los que le apuntan a la nueva administración y le echan la culpa sólo a la última devaluación. Los empresarios, esos señores de poca prensa, vienen remarcando precios y haciendo un colchón desde hace meses que parece no tener límites. La pelea entre supermercadistas y fábricas, es el síntoma más importante de la disputa. Los aumentos tienen un límite, el que fija la demanda. En el rubro alimentos se alcanzó hace rato y la carne fue el mejor ejemplo. Subió, subió y subió para las fiestas hasta que la demanda se plantó. Consecuencia. Ocurrió algo pocas veces visto y es que bajó el precio de la carne. Caótico, irregular, pero empezó a bajar. Envalentonados hay algunos comercios que arman sus propias listas, por fuera de los distribuidores y fabricantes. ¿Es el mercado del que tanto habla Milei? Primitivo, sí. La Ley de la selva también. Y llegó para quedarse.