CONFLICTO DOCENTE Y FINANCIAMIENTO UNIVERSITARIO
La historia que se escribe en primavera
Octubre comenzó con jornadas de masivas movilizaciones en todo el país en defensa de la universidad pública, gratuita y de calidad. En nuestra provincia, en el marco del paro docente del 1, 2 y 3 de octubre, una movilización de miles de docentes colmó la plaza Mansilla de Paraná, como continuidad del conflicto docente que viene escalando sin lograr alcanzar una respuesta que cubra las necesidades básicas de la clase trabajadora.
Septiembre nos dejó con gusto amargo: en un mes donde se reivindica el rol docente y también se celebra el día de los y las estudiantes, los tiempos del "feliz día" se tiñen de salarios por debajo de la línea de pobreza, escuelas en estado de abandono con obras públicas frenadas, partidas a comedores escolares insuficientes, universidades sin presupuesto y estudiantes que, junto a sus familias, viven realidades que son cada vez más precarizadas y que resuenan en la escuela, claro.
El tan utilizado derecho a la educación para las propuestas electorales de quienes ganaron y hoy gobiernan, se convirtió en un punto de quiebre para la gestión de Javier Milei y también para el gobernador Rogelio Frigerio, quien con vanidad y frialdad demuestra desinterés y desprecio hacia los maestros y maestras atropellando a más no poder con mecanismos de control y amedrentamiento, intentando no sólo aplacar la lucha histórica docente, sino también desarmar la conciencia colectiva que se ha ido transversalizando. “Sabemos que el sueldo no alcanza”, declaró con la tranquilidad de llegar a su casa y que sus hijos e hijas tengan el plato de comida asegurado, mientras que las maestras de nuestros gurises deben endeudarse con créditos para llegar a fin de mes.
Con conflictos que se profundizan producto de la crisis económica, social y política a la que nos someten, hoy la disputa en educación se centra en la intención del Gobierno no sólo de asfixiar sin recursos a las universidades, sino de quitarle el sentido que la constituye como parte inherente de nuestra identidad: así como lo cuentan las pancartas escritas a mano con el orgullo de decir que "somos la primera generación universitaria de nuestras familias humildes".
Sabemos los que hemos podido alcanzar un título terciario o universitario el significado que implica para nuestra identidad la historia de nuestros abuelos y abuelas que a duras penas aprendieron a leer y escribir sin poder finalizar sus estudios primarios porque el trabajo los alcanzaba desde niños. Nuestros padres y madres quizás llegaron un poco más lejos, aunque muchos quedaron en el camino sin poder acceder a un estudio superior.
Por esto y con orgullo de nuestra procedencia, de nuestra historia, reivindicamos el derecho a poder estudiar siendo hijos e hijas de quienes tuvieron que dejar en el camino proyectos y anhelos soñando con vernos crecer levantando el título que corresponde por derecho. Porque también aprendimos que estudiar y formarse dejó de ser un privilegio de clase para transformarse en un derecho.
La movilidad social ascendente no ha podido materializarse en los últimos años en nuestro país producto de políticas neoliberales que han agigantado la brecha entre los que más concentran riquezas y el pueblo trabajador. La escasa posibilidad de movilidad social hoy puede llegar de la mano de la universidad pública, gratuita y de calidad, quizás por eso el empeño del presidente de obturar su acceso.
La primavera nos trae tiempos distintos. La calidez del clima tan esperado pone fin a un invierno que recordaremos no sólo por la crudeza de sus fríos, sino por la crueldad del gobierno que profundizó como nunca antes la pobreza, detonando la clase media y favoreciendo al mismo puñado de siempre. El perfume primaveral viene a poner un halo suavizante a tiempos de deshumanización absoluta por parte de gobernantes que pretenden arrancar de raíz la felicidad del pueblo argentino.
El paisaje primaveral es desolador: jóvenes en situación de calle con sus frazadas colgando, pidiendo en cada esquina, en cada casa, en cada semáforo. Jóvenes que se alejan de la posibilidad de estudiar y vivir dignamente.
La docencia viene dando la magistral clase de que estar en las calles es enseñar a defender derechos. Y esto se transmite a familias que se suman a apoyar una lucha que no es únicamente salarial. Es por nuestras gurisas y gurises que asisten a épocas complejas y duras, y es la escuela ese lugar seguro a donde llegar. Nuestros estudiantes viven el impacto de la crisis que este Gobierno ha decidido profundizar con ajuste, desfinanciamiento y achicamiento que tiene como saldo nada más y nada menos que 1 millón de niños se va a dormir sin cenar según los datos de Unicef.
Ya no hay excusas, tienen un plan para arrebatar derechos y hacernos creer que “la casta” paga el precio.
El presente es desolador, el futuro nos interpela y hoy el pasado nos pone en el lugar histórico de defender las conquistas de nuestro pueblo. Defender que, alguna vez, las y los hijos de obreros llegamos a la universidad. Defender que las mujeres pudimos estudiar porque antes otras lucharon por ello. Defender el Estado presente porque la educación, la escuela y la universidad también son el Estado, ese que Milei vino a destruir. No lo permitamos, la historia se escribe en las calles: “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”.