EL LUGAR DE TODAS LAS BATALLAS ES EL CONGRESO
Somos como una caja de Pandora, pero sin Pandora
Así será hasta la renovación parlamentaria de medio término. Es difícil dilucidar en qué condiciones y con qué nivel de desgaste llegará el oficialismo. Esta montaña rusa va disparando heridos para todos lados. El Congreso es eso: un magma que se modifica dependiendo de cada tema y en el que el Gobierno no tiene el poder suficiente para imponerse. Y tampoco lo desvela.
Llegará un momento claro que el PRO deberá definir hacia dónde camina. Será inevitable esa instancia. Hace pocas horas se vio otra prueba de ello. El Senado aprobó la reforma jubilatoria. Al instante el Presidente Milei anunció el veto. Ley impulsada por legisladores de UP, la UCR y el mismo PRO. Atrás salió Macri a anunciar su acuerdo con la decisión presidencial, pero sin poder evitar que una porción de su partido votara como votó. Sin contar el alejamiento irremediable de Patricia Bullrich y el grupo de dirigentes que le responden.
Macri sabe que su base electoral, llegado el momento de elegir, es probable que se incline por el oficialismo. Es cierto que pensar esto suena a ciencia ficción, ¿no? Cuando las urgencias son más urgencias que nunca, elucubrar cómo votará la gente el año que viene huele a delirio. Pero, aunque no lo admite, la LLA va a necesitar de apoyo legislativo para las reformas que pretende implementar. Y para resguardar su propio proyecto. Lo saben bien después de los seis meses que le llevó conseguir la menguada Ley Bases. Tuvieron que negociar y ceder con casi todos los sectores. Los mercados, esos en los que se inmola la administración Milei, miran de reojo todos estos temas. Bucean en el real apoyo político que el proyecto requiere y se “asustan” ante cualquier traspié. Por eso la reacción rápida de la Casa Rosada con el anuncio del veto y la defensa a ultranza del superávit fiscal. Como han cambiado los tiempos que los políticos ya no se sacrifican por ideologías o por principios, los números mandan.
En ese recorrido, la confusión opositora le da una mano a las contradicciones oficiales. En la mescolanza pues se suma el escándalo del expresidente Fernández que, como un culebrón venezolano (no el político), tiene de todo y asegura centimil para rato. En el desparramo queda de rehén el peronismo que todavía se debate entre las esquirlas de la derrota del año pasado. Tanto se especuló con aquel resultado electoral que, de todo aquello, hay algo cierto: implosionó el sistema político argentino y nada es lo que era. Para unos y otros.
La irrupción de un nuevo actor político que no tiene referencias previas es lo que provocó el estallido cuyas consecuencias estamos viviendo e ignoramos hasta dónde llegará. En ese rompecabezas habrá que ver dónde quedan los principales referentes que a la postre superan a sus propios partidos o agrupaciones. ¿Dónde se instalará Larreta después de lo que pasó? ¿Qué pasará con Sergio Massa y su Frente Renovador? ¿Seguirá en alianza con el peronismo de Cristina, de Máximo o de Kicillof? ¿Habrá entendido Cristina que llegó la hora de entregar la batuta a otro referente? ¿O buscará seguir marcándole el camino al peronismo en su conjunto? ¿Y los gobernadores? ¿La nueva generación que encabeza Llyayora, el cordobés, quedarán al margen de la contienda? ¿Los radicales, tironeados por todos lados, se someterán al liderazgo progresista de Lousteau que no se cansa de coquetear con el kirchnerismo o a uno más conservador capaz de hacer alianzas con peronistas no kirchneristas y sectores del PRO cercanos a Larreta?
El Gobierno tiene su propia interna, aunque el liderazgo de Milei no tiene discusión. Se hará lo que él diga. Igual, mete baza la sociedad con el PRO. Ahí están Macri y Bullrich que ya pegó el portazo. De todas maneras, el PRO parece tener atado su destino a la suerte del oficialismo. Si a Milei le va bien, podrá recoger sus frutos; si le va mal, el vendaval del fracaso es probable que lo lleve puesto y de poco servirá la pelea por el liderazgo. Si el PRO no aprende después de lo que pasó el año pasado, que por pelearse se terminaron comiendo entre ellos, y despilfarraron ganar la elección más fácil de toda la historia, van a desaparecer. O quedarán subsumidos en otros grupos de derecha o centro. Por ahora, todo indica que no aprendieron la lección. No son los únicos. La clase política argentina tiene resistencia al aprendizaje. Va y tropieza una y otra vez. El último remedio social es Milei, luego nadie sabe qué podría venir si volvemos a fracasar. Somos como una caja de Pandora, sin Pandora. Un experimento raro que ni siquiera por error acierta. El final está abierto.