JUEGO DE TERRITORIOS
La política argentina parece el programa de Guido Kaczka: ¿y si lo llaman?
The Floor, el programa que mezcla estrategia y competencia entre participantes, parece una metáfora de la política argentina actual, en la que las divisiones internas de los bloques y las alianzas frágiles dificultan la unidad de las fuerzas de la oposición. Mientras Cambiemos se resquebraja, el peronismo enfrenta sus propios desafíos con un liderazgo en disputa. En este tablero político incierto, muchos se sostienen en la esperanza de un fracaso de Milei, mientras el Gobierno aprovecha el clima favorable para cimentar su narrativa “anticasta”.
Desde hace un par de meses, por uno de los canales de aire, se emite The Floor, un programa de preguntas y respuestas que se dirimen entre los propios participantes, cada uno de los cuales tiene una zona que tiene que defender. El envío, magistralmente conducido por Guido Kaczka, estimula la “captura” de los territorios ajenos, a partir del mano a mano con los rivales.
Ese mapa de conflicto, con una toma cenital, es lo más parecido a lo que sucede hoy con la política argentina que vive un proceso de desintegración como pocas veces se ha visto. La noticia del quiebre del Bloque Radical en la Cámara de Diputados de la Nación es un eslabón más de la larga cadena de desencuentros políticos. Hasta las elecciones del año pasado, las alianzas circunstanciales estuvieron pegadas con aire. Sólo la expectativa de un resultado electoral favorable las mantuvo unidas. Con el mazazo de la derrota a cuestas, ya en la primera vuelta, Cambiemos estalló por el aire y Horacio Rodríguez Larreta apenas pudo disimular su compromiso con Patricia Bullrich. Después de las generales, fue Mauricio Macri el que acabó por dinamitar el espacio cuando propició el apoyo a Javier Milei en la segunda vuelta. Por ambición, por falta de grandeza, Cambiemos, que llegó al gobierno en el 2015, y no estuvo a la altura de las circunstancias en su gestión, cantó las hurras. El mejor reflejo es lo que sucede hoy en el Congreso donde nadie puede llevar la voz cantante, siendo capaz de aglutinar a toda la oposición. Al menos a esa parte, si es que lo es, claro está.
En el ancho mundo del peronismo, donde todo es posible y nadie se queda afuera, la nebulosa es tan grande que todos están perdidos. Cristina, que hasta ayer no le importaba nada el partido, ahora se abraza a él como su última oportunidad. Kicillof, que arrastra la cruz de tener que dar el paso de traicionar a su jefa y mentora, sabe que con un peronismo dividido su sueño de ser presidente es una hipoteca y que dividir el electorado en la imponente provincia de Buenos Aires podría ser mortal. Hasta hace un puñado de días parecía dispuesto a jugar a fondo. ¿Qué significa? Blanquear su deseo de terminar con el liderazgo de Cristina y hacerle frente. La opción de apoyar en las sombras a Quintela no luce como la mejor. No porque la tenga que ser, sino porque debe medirse si alcanza o no para ganar. El riojano tuvo serias dificultades para armar su lista para la interna y puja, según afirman, para que se corra.
Oliendo sangre, la Jefa avisó que le den espacio para competir y que las fechas no se mueven ni un ápice. Sólo la figura de Kicillof hubiera asegurado una interna competitiva. Pero si el exministro no se animó a dar ese paso, podría llegar a costarle caro.
El resto del peronismo, todo lo que no es ni cristinista ni kirchnerista, mira absorto el escenario. Massa se declararía “neutral” en la interna y estaría negociando con otros sectores para formar, por enésima vez, la “amplia avenida del medio”, una opción que han intentado muchas veces hasta ahora sin éxito. Hay algo cierto y crudo: todos dependen del fracaso de Milei. Algunos lo blanquean; otros, lo ocultan; pero es así.
Creer que la cara de Massa, Pichetto, Stolbizer y Monzó pueden ser taquilleras de vuelta, huele a error. La apuesta se hace sobre la defección ajena, pero no sobre el mérito propio. Especulan que la sociedad, al menos los que lo votaron a Milei, desencantados, volverán a los brazos de la casta. “Más vale malo conocido que bueno por conocer”, sostiene el refrán. En este caso, el bueno que podríamos haber conocido, tendría que resultar infinitamente más malo que todos los que lo precedieron. Milei tendrá que hacer mucho para caer en esa condición. Para algunos opositores, no está lejos y además le pone empeño.
Este escenario atomizado es fogoneado por el Gobierno. Una oposición dividida, sin luces, es más fácil para derrotar, sin llegar incluso a obtener el 40% de los votos a nivel nacional. Para eso, podría ser clave lo que queda del PRO, al cabo el único socio más o menos confiable que ha tenido La Libertad Avanza en estos meses. Ese discurso, el de “anticasta” parece otra vez ganar los gestos oficiales. La desaparición de la AFIP, la eliminación de los cargos hereditarios en la administración pública nacional o la privatización urgente del Belgrano Cargas y Aerolíneas Argentinas van en ese sentido. Son el corazón del relato que lo llevó a Milei al poder. Pese a sus gritos, sus amenazas y sus promesas de desierto seco.
La primavera financiera le da aire al relato oficial. El riesgo país por debajo de los 1.000 puntos; el dólar, a raya; los bonos argentinos volando; y el Fondo diciendo que la Argentina está haciendo los deberes, es una sumatoria que representa más combustible. La tolerancia social se mantiene, pese a la magnitud del ajuste y a que la recuperación en vastos sectores de la economía no llega. Todavía, pese a todo, lo malo anterior es peor que lo malo de hoy, o lo bueno por venir. ¿Por venir?