LA CARRERA POR EL PODER EN JUEGO
Kicillof vela sus armas para quedarse con todo el peronismo
Pocas veces ha habido tanto consenso para pedir una interna partidaria. A fuerza de derrotas dolorosas, el peronismo y sus múltiples caras parece haber aprendido que las diferencias se dirimen en las urnas, que hay que empoderar a los afiliados y que los dirigentes tienen que escuchar el viento. ¿Será?
Todo indica que sí. Por primera vez en muchos años, Cristina cree que el partido puede ser una herramienta válida para conservar su poder. Se acabaron los tiempos que con su dedo alcanzaba. Ni siquiera una autocrítica severa, que no la ha hecho hasta ahora, sobre la elección del fiasco de Alberto Fernández, podría salvarla de tragarse el sapo. Es la misma Cristina que alguna vez mandó a meterse el partido en el lugar donde no da el sol. Pasaron claro, multitud de vicisitudes negativas y una condena judicial que, como un reloj de arena, le debe pesar.
Alguna vez lo hizo Duhalde con Menem, o Néstor con el propio Duhalde. En este caso, la relación de Kicillof es distinta con la líder del espacio. El exministro de Economía ha podido construir su propia base de sustentación desde la provincia de Buenos Aires, pese a Cristina y a Máximo que siempre está como una cuña en el medio. En el acto del Día de la Lealtad nadie podría reprocharle nada a Kicillof. Fue contundente: los mejores días los vivimos con Cristina, aseveró. Eligió también no apoyar públicamente su candidatura a la presidencia, pero es algo lógico. Si al final, más allá de las idas y vueltas de las últimas horas, hay acuerdo con Quintela, habrá pagado un costo innecesario tomando una decisión.
El objetivo del bonaerense es aglutinar a todo el peronismo no kirchnerista. Apunta a reconstruir la unidad partidaria que, en forma natural, lo termine ungiendo como el mejor y único candidato presidencial en 2027. ¿Ciencia ficción? Hay mucha en la Argentina. Si no habría que preguntarle a Rodríguez Larreta que hasta fines del 2022 se calzaba el traje presidencial y ni siquiera le pudo ganar el mano a mano a Bullrich. El resto es historia conocida.
De todas maneras, “Kici” va tejiendo con paciencia la telaraña para que caiga Cristina y el kirchnerismo que no le responde. Si le tuerce la muñeca a su mentora, le quedará Máximo, aunque el heredero parental no luce uñas de guitarrero como para enfrentarlo. Algún día, el Gobernador tendrá que salir al profundo interior para conquistar el corazón del voto peronista. Si cree que con Buenos Aires alcanza, se equivoca. Ahí estará a prueba su condición de líder porque tendrá que hacer su discurso lo suficientemente atractivo. En alguna época, no muy lejana en el tiempo, la famosa Región Centro no fue tan refractaria al peronismo. De hecho, Santa Fe ha tenido gobernadores peronistas, Córdoba los sigue teniendo. Sin contar a Entre Ríos y Mendoza. Pero, para sintonizar con esos electores, Kicillof deberá calibrar mejor su discurso. Tiene tiempo y el desgaste del Gobierno Nacional le juegan a favor. Es obvio, aunque no se diga, que el fracaso de Milei podría favorecerlo. Nadie sabe qué quedará en pie si eso sucede, pero no sería bueno subestimar la capacidad de resiliencia de los políticos argentinos. Al cabo, el exministro de Cristina, estuvo a cargo de Economía, fue uno de los responsables de la nacionalización de YPF y conduce, desde hace 5 años, la fábrica de pobres más grande del país. ¿Es duro? Sí, seguramente, pero es la realidad. Y no habla mal de Kicillof, al contrario. Refiere a la capacidad que ha tenido de saltear el último fracaso peronista y, pese a todo, ganar en su territorio consiguiendo la reelección.
Milei sabe que el rival a vencer dentro de tres años será Kicillof. Empuja a Cristina como han hecho todos sus antecesores no peronistas porque les conviene la grieta, a sabiendas del techo electoral que tiene la expresidenta. Es un poco más de lo mismo. A Macri le salió mal, pero porque se equivocó en la gestión y se quedó a mitad de camino, lo que permitió el retorno, no de Cristina que ya no le alcanza sola, sino de su elegido con su dedo, Alberto Fernández.
La historia se repite entonces. El peronismo tuvo que perder las presidenciales para darse cuenta que tiene que encarar un proceso de renovación, no sólo de caras, sino de ideas y proyectos. Las nuevas generaciones demandan otra cosa. Esa foto sepia de Perón con la que festejaron el Día de la Lealtad está bien para la liturgia, la identidad, para no perder las referencias históricas. Pero ya no alcanza para ganar elecciones. Milei se los dijo en la cara el año pasado. Si no lo entienden, tropezarán otra vez con la misma piedra.